viernes, 16 de mayo de 2014

EL QUINTO ELEMENTO


“EL RUIDO DE LA SAVIA”

DE

PEDRO ANTONIO GONZÁLEZ MORENO

 
 
Colección Universidad Popular
Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes
Premio Nacional de Poesía José Hierro 2013

 

Con las palabras es posible construir, construir siempre sin prisa y contra el miedo, nos asegura Pedro Antonio González Moreno en su último libro de poemas publicado  “El ruido de la savia”, por el que recibió el Premio Nacional de Poesía  “José Hierro” en el 2013. Es este su sexto libro de poemas publicado, todos ellos jalonados con importantes premios, además de tener parte de su poesía antologada en el volumen “La erosión y sus formas” publicado por Vitruvio en el 2007.

 

“El ruido de la savia”, en las cinco partes en las que se divide el libro, es un homenaje a sus raíces manchegas, a la raíz de donde creció su poesía, a la raíz de la que partieron sus sueños y sus amores y sus desengaños, es el aire donde se edifican los cimientos de su vuelo.

 

No heredé más que un patio donde al caer la tarde era dueño del mundo, y esa herencia agradece y canta con el recuerdo y la memoria de los suyos, gente sencilla, trabajadora, apegada a la tierra y sus labores, entregada a su casa construida entre sudores mientras cavaban fosas para sus sueños y surcos a la exacta medida de sus sombras.

 

Y en esa tierra y entre su gente empezó la savia a susurrarle su canción al oído y fue aprendiendo, más que el cuidado de la vid y el uso de la llana o el trabajo de arriero, el oficio agridulce de poeta. …mientras alguien recogía, a espuertas,/ escombros por la casa,/ yo recogía avariciosamente/ hebras de claridad/ y las iba guardando en los armarios/ o en aquellos poemas escritos a escondidas.

 

La poesía, ese quinto elemento sin el que a algunos nos es imposible vivir, que no transcribe la realidad ni la traduce, sino que convierte nuevamente en savia la madera, es el viaje que Pedro Antonio inició desde niño, en casi un acto de heroísmo, que le ha llevado a perderse no pocas veces la vida, por encontrarse a sí mismo. La poesía, con la que quiere hacer que cada nombre se reduzca a su ascua, una chispa un relámpago más allá del lenguaje, y acaba comprendiendo la inutilidad de su esfuerzo y lo que queda: una voz para nadie.

 

Al final sólo le redime asumir que el poema es el cuerpo sagrado del amor, pero también los bordes exactos de la herida. Amor (cubriré despacio tu cuerpo de palabras) y dolor (para que se haga casi soportable tu ausencia) que, en definitiva, dan sentido a las palabras y llenan nuestra copa en la vida, como si el vino (o la poesía) fuese una última forma de esperanza.

 

Un libro excelente que bien merece nuevas relecturas y del que os dejo el poema que le da título:

 

EL RUIDO DE LA SAVIA

 

Se oía entre los trastos
mohosos del desván, se propagaba
como una procesión de hormigas rumorosas
por las estanterías, por los muebles
y por todas las puertas de la casa,
como si en la madera
ardiese aún la brasa de una antigua memoria.

Era un ruido de cal, un hervidero
de arroyos, como un cauce
que no arrastrara agua sino música sólo.
Brotaba de la higuera,
desde allí se extendía por todos los rincones
y se iba adueñando despacio de las cosas.

Era la savia. Su canción no escrita
que iba tejiendo lentamente el aire
con el hilván de su murmullo. Era
el fragor de sus fuentes, su voz interminable
fecundándolo todo. El viejo oficio
de la savia, su música invasora,
su verde voluntad de construir.

 

(De “El ruido de la savia” de Pedro Antonio González Moreno, publicado por el Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes en su colección Universidad Popular, tras ganar el Premio Nacional de Poesía José Hierro 2013)

 

 

 

 

 

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